Una vez instalado, cinco hombres (que en antaño se cubrían con plumas para simular un ave), enredan una cuerda a su cuerpo, mientras el extremo lo atan en la punta del tronco. Al ritmo de un tamborcillo y una flauta de carrizo, el caporal comienza a bailar en la cima (en dirección a los cuatro puntos cardinales), mientras los otros participantes se lanzan cabeza abajo para emprender el fantástico vuelo.
Durante el trayecto, el sonido de la flauta simboliza el canto de las aves, mientras que el tambor, la voz de los Dioses. Poco a poco, las vueltas se van tornando más amplias dando a los hombres-ave la oportunidad de extender sus brazos y pedir a los dioses por la lluvia y sus cosechas. Al tocar tierra, los cuatro voladores de Tamaletom han dado 13 vueltas -correspondientes al número de meses del calendario indígena-, lo que suma 52 vueltas en total ¡el número final de semanas de nuestro calendario!